jueves, 18 de noviembre de 2010

martes, 15 de enero de 2008

La Broma

Leído el 15 de enero de 2008
Milan Kundera padeció en carne propia el veto social de la revolución socialista en Checoslovaquia. Su obra literaria es una reflexión sobre los efectos personales de los grandes procesos históricos que atravesó su país durante la segunda mitad del siglo XX. Entre 1948 y 1954, su país vivió la profundización de la revolución, y cómo bien lo dice en ésta, su primera novela, la vida después fue otra. Es imposible ignorar las similitudes entre la vida de Kundera y la de sus personajes centrales. En La Insoportable Levedad del Ser y aquí, en La Broma, de 1965.
Ludvik Jahn es un joven que estudia en una universidad pública de Praga, proveniente de la región de Moravia. Vive feliz el tren de los acontecimientos, hasta cuando se prenda de una mujer, vinculada como él a las juventudes socialistas. Ludvik, sin embargo, no es un militante fervoroso, y se inserta en el movimiento con ingenuidad y el rigor con el que en la adolescencia se sigue cualquier moda. Su amada, en cambio, está imbuida en el compromiso indeclinable con la causa socialista.
En medio de la conquista ella se va a un campamento y él se queda en Praga, desde dónde le envía montones de cartas de amor. En una de ellas, incluye una broma inocente. Inocente desde su lógica adolescente, pues el chistesito será la coartada del Movimiento para destruir su vida, por cuenta de la institucionalización de la pureza ideológica. Será expulsado de la universidad, del partido y envíado a trabajos forzosos para reeducarse por parte de sus propios amigos. Allí encontrará de nuevo el amor, en la forma de una temerosa joven, que devolverá la esperanza a su vida.
Ella tiene su propia historia, y también es victima de los tiempos. En su temprana juventud fue violada sistemáticamente por un grupo de pandilleros que se convirtieron en su único refugio ante el maltrato de su familia y el abandono de toda la sociedad. A través de las rejas viven un amor idílico que se rompe producto de las condiciones contradictorias de ambos frente al amor físico. El deseoso, ella traumatizada.
Esta ruptura terminará por conducir a Jahh a la soledad, a la desconfianza por el género humano, al rencor. Y tales sentimientos lo empujarán finalmente a la búsqueda de la venganza. Y la oportunidad para ejercerla se le aparece en la forma de la mujer de su verdugo, a quien conocerá por un azar de aquellos de los que se vale Kundera de tanto en tanto para demostrarnos las contradicciones del destino.
Jahn parece un hombre signado por la incapacidad para reponerse a los juegos de éste. La venganza fracasa y termina refugiándose en lo único que parece verdaderamente suyo -aunque lo haya despreciado y evadido por casi 20 años: su pueblo de orígen, la cultura popular ahora oficializada por el régimen y sus amigos en decadencia. Claro, cuando ya ha encontrado allí un impulso vital para seguir adelante, todo lo estropea un exceso de emoción. La de Ludvik Jahn es la historia de un hombre a quien no se le concedió la fortuna de la victoria. Cada intento de ganar algo -el amor de una mujer, calmar el deseo sexual, consumar una venganza cuidadosamente planeada- es otro punto para hacer su derrota vital un poco más patética, si cabe.

jueves, 27 de diciembre de 2007

The Wind That Shakes The Baley

Esta película cuenta la historia de dos hermanos involucrados por la partera de la historia en el conflicto que desangró a Irlanda durante casi todo el siglo XX. Este conflicto ya ha sido fuente de inspiración para películas memorables como En el nombre de el padre o Mi pie izquierdo. Esta vez es el director inglés Ken Loach quien narra la historia de un joven con aspiraciones hipocráticas que termina envuelto en la guerra del lado de la causa republicana.
La película es prolífica en imágenes desgarradoras: juicios sumarios, ejecuciones fraticidas y bombazos a diestra y siniestra. Y también las contradicciones internas y el costo de matizar y razonar en medio de la confrontación. The Wind That Shakes The Baley tiene la virtud de demostrar que en ambos lados la brutalidad y la justificación de todas las formas de lucha es una constante. Que las guerras no se hacen con guantes de seda y de la lamentablemente indispensable deshumanización de la victima por parte de su verdugo.

viernes, 14 de diciembre de 2007

Beowulf

Obvio que la retina se inclina por el mérito técnico: la reproducción impecable de la realidad a través de las más modernas técnicas de animación. El despliegue de detalles en la figura humana que llega a su mayor expresión con la escena del desnudo de Angelina Jolie, pero que también se nota en el flácido cuerpo de Antonhy Hopkins (rey Hrothgar). Y además, el despliegue tecnológico que se nota en cada una de las abrumadoras tomas del paisaje nórdico o en las escenas de batallas, cuya epitomé es la que involucra al héroe protagonista y la muerte de su hijo encarnado en un gigantesco dragón.
Pero en la memoria también quedan las convincentes actuaciones de Ray Winstone en el papel de Beowulf; el maligno y lambón Unferth de John Malkovich; y el magnánimo y fiel Wiglaf de Brendan Gleeson.
Estos tres personajes, además, conforman el eje dramático que sostiene la historia. (Bueno, en realidad de este soporte también debería ser parte la bella Robin Wright Penn, pero su papel de reina Wealthow es tan plano, que se destaca apenas por ser la pata lunanca de la mesa).
Traer al presente las viejas leyendas fundacionales de los pueblos es un elemento recurrente en la historia reciente del cine. Y sí esa máxima funciona para la sensiblera Pacahontas de Disney porque no para Beowulf, el guerrero más grande de los tiempos en que todos eran guerreros. En estos tiempos escépticos resulta refrescante una historia que nos hable del heroísmo humano puesto a prueba por figuras míticas como los dragones o transfiguradas imágenes de bellas mujeres que usan el sexo como su arma más poderosa. El éxito de Beowulf es del mismo talante que ha dado tanta notoriedad al juego de video Imperio. Y es allí justamente dónde se ubica está película: puro entretenimiento adobado con historia universal y derroche técnico. Evaluada bajo esos parámetros, la de Robert Zemeckis puede ser una de las mejores películas de 2007.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

¿Por qué las moscas no van a cine?

Leído el 12 de noviembre de 2007

Desde el titulo este libro tiene dos tendencia prodigiosas, contrarias, pero complentarias. Despertar el interés del lector acerca de los misterios que esconden las cosas cotidianas; y la sencillez para explicar los intrincados teoremas matemáticos, las sofisticadas doctrinas filosóficas y los complejos modelos físicos que intentan resumir la naturaleza de este mundo, aparentemente inabarcable.
Y el libro es, en sí mismo, un intento de lo mismo. Resolver cuestiones tan prosaicas como la razón de la invención del shampoo, y porque una solución a un problema estructural del producto, desencadeno la invención de otro: el acondicionador. Y relacionar eso con la física.
O descubrir que tras la textura y el sabor de las papás fritas hay toda una ciencia, una ciencia que da plata a quienes la ejercen y sobre la cual se escriben libros.
No solo están esas pequeñas maravillas a las que nos acostumbramos. También están el carácter personal de los genios científicos que han transformado a la humanidad, sus pequeñas glorias, sus pequeñas mezquindades.
Uno de los relatos más notables, por lo vívido, por lo bien documentado, es el que Julio César Londoño hace del filosófo Emmanuel Kant. Al hombre que concibió uno de los más complejos sistemas filosóficos, un paradigma de la axiología y el autor detrás de la Paz Perpetúa, es decir, alguien con credenciales de sobra para ser un personaje rimbombate, Londoño lo sitúa en el pequeño pueblo de dónde nunca salió como un sujeto austero, simple, brillante y disciplinado.
Y así, con ese mismo tono desenfadado, pero creíble, Londoño va conduciendo al lector por los intringulis de las emulaciones científicas, las contradicciones y debilidades humanas y las maravillas de la evolución.
Es más este libro se asemeja a tomar un bachillerato acelerado, a lo largo de los breves pero profundos ensayos de Londoño, se refrescan viejos conocimientos y se adquieren otros que por incompetencia pedagógica se dejaron de aprender.

lunes, 12 de noviembre de 2007

The Harvest Ice

La nochebuena es escogida por un par de ladrones para dar el gran golpe: dos millones de dólares, huir de la ciudad, comenzar de nuevo en otro sitio, la solución a todos los problemas. Uno de los cacos, el miedoso abogado interpretado por John Cusack, es empleado del mafioso hurtado. Y es a quien los nervios traicionan. Sus dudas y sus temores van a llevarlo a cometer los errores más tontos. Corriendo por toda la ciudad tratando de evadir a su jefe-victima. El otro ladrón (Billy Bob Thorton) es frío, se las sabe todas y trata de mantener las apariencias. Un ladrón profesional no va por ahí, borracho, apostando, instigando putas a huir de repente a cambio de espóntaneas pedidas de mano, parece pensar. Sin embargo, es inevitable que en la huida se cometan errores y que a los ya predecibles de tratar de huir de un mafioso, se unan dramas familiares, amigos ebrios y traiciones a todo dar.
Lo mejor de la película es el final inesperado y feliz. El triunfo de la amistad de dos tipos comunes sobre todas las conspiraciones del destino.